El Cementerio Central de Bogotá es monumento nacional. Recorrerlo no es solo recorrer la historia política y social. Ese "reductio" de ciudad, esa maqueta urbana escala 1:2 de una verdadera ciudad en la mitad de la ciudad de los vivos tiene un aire de "laberinto de los espejos" donde todo es un reflejo de la vida, a una escala ligeramente reducida. Es el urbanismo para muertos de la cultura mediterránea, tan opuesto a los parques cementerios de la cultura anglosajona.
Un domingo, un grupo de amigos lo paseamos tomando fotos subrepticiemente con la cámara Zeiss Ikon de un celular Nokia N95. Piquen en cada foto para apreciarla a tamaño pantalla completa.
Miren el canteo de piedra tan bello para ensamblar los bloques. No le llega ni a los talones a los canteros incas de Macchu Picchu o Cuzco, pero es mucho mejor que el enchape de piedra pegada con silicona de hoy en día. Hasta la ligerísima pendiente para drenar, que más parece un defecto de nivelación que un recurso constructivo, todo nos habla de una época donde el "arte de construir" todavía significaba algo.
La columnata curva produce un efecto fantástico, como un plano contínuo pero transparente, contrapunteando con la acera opuesta, de "tipología aislada" como diría un funcionario de Planeación Distrital. El entierro de alguien en un mausoleo familiar tiene un aire nostálgico, algo siciliano. El silencio que lo rodea es estruendoso, porque visualmente le falta una banda de cobres de Emir Kusturica que toque lenta música balcánica de entierro. Parece una escena de una película de Coppola sin sonido.
Mausoleo familiar con todos los fierros del estilo neoclásico alemán de Karl Friedrich Schinkel, el arquitecto de Berlín (http://es.wikipedia.org/wiki/Karl_Friedrich_Schinkel)
Mausoleo en el cementerio de Berlín por Schinkel (1815)
Los nichos en la pared, los multifamiliares para muertos siempre me parecieron antihigiénicos. Esa consunción de los cuerpos uno al lado del otro parecería estéril, porque no abonan la tierra. Pero con la edad he llegado a pensar que pueden ser muy ecológicos. Primero, el cuerpo se descompone solito, dentro de su recipiente. No ocupa espacio, no gasta toneladas de gas para cremar. Y es tan compacto este urbanismo para muertos que puede convivir en medio de la ciudad de los vivos. La desaprensiva paloma que habita un nicho desocupado es una metáfora de que hay vida en medio de la muerte.
Nuestra izquierda resentida, tribal y vandálica esta retratada en esas letras JUCO (Juventud Comunista) desecrando tanto un recuerdo como un bello obelisco de piedra escala 1:10. El encapuchado que afanosamente las escribió seguramente pensaba que estaba ejecutando un "acto revolucionario" gritando consignas a los muertos.
El hermoso arco en piedra que enmarca una compleja vista en profundidad de tres planos ópticos muy bogotanos solo es un pretexto para la luminosa sonrisa de la bella arquitecta que nos ayudó a tomar las fotos subrepticias.
Urbanismo de estrato 5 en la necrópolis: Mausoleos en "tipología aislada" con andenes arborizados, y el efecto suspenso que producen las vías curvas. Al fondo no hay un ángel, sino nuestra arquitecta que nos pone le escala humana.
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